Jugando al ajedrez en Eurasia


Decía Emmanuel Todd en su libro 'Después del Imperio' (Ed. Foca, 2003) que "a quién se le ocurre jugar al ajedrez con los rusos, siendo éste su deporte nacional". Se podría decir que, desde el punto de vista político, con el final de la Guerra Fría y la caída del muro de Berlín, Estados Unidos ha actuado como un joven e inexperto ajedrecista, envalentonado por haber matado a la dama del rival, Rusia, y creyéndose haber ganado la partida antes de haber hecho jaque mate. Pero la historia, terca como ella misma, está llena de ejemplos en los que no siempre la posición más débil es la menos ventajosa.

Sigo con el libro del famoso politólogo francés porque, en los últimos tiempos, me ha venido una y otra vez a la memoria, y eso que lo leí hace ya muchos años. Y es que, por aquel entonces, ya se intuían las intenciones de Vladimir Putin de resucitar a la defenestrada Rusia de finales del siglo XX. Apuntaba Todd en aquel libro que a Rusia no se la puede ignorar pues, ya solo desde una perspectiva estratégica militar Rusia es, hasta que China diga lo contrario, la potencia dominante del continente. Pero, mucho más importante aún, Rusia es la principal potencia energética del mundo... y eso duele mucho a los EEUU.

Putin subió al poder con la firme intención de neutralizar el desestabilizador intervencionismo norteamericano, en los planos económico, político y militar, que se venía ejecutando desde que Yelstin asumió el poder y que pretendía, si no hacerse con el control indirecto de los vastos recursos energéticos rusos, al menos impedir que Rusia pudiera explotarlos en su beneficio. Tras una larga década Putin, se encuentra con una Nación cohesionada (aunque fuera a golpes), gracias a un crecimiento económico sostenido por el control absoluto de esos importantes recursos. Esto, por consiguiente, le ha proporcionado la legitimidad política necesaria para, en la reciente crisis ucraniana, anexionar a territorio ruso la península de Crimea, en una clara demostración de fuerza contra las potencias occidentales. La respuesta a dicha anexión, vendida por los medios de comunicaciones occidentales como ilegal e ilegítima (aunque haya sido más legal y legítima que el cambio de gobierno de Ucrania), de los EEUU de Obama y la UE de, admitámoslo, la señora Merkel, no han podido ser más reveladoras de la realidad geopolítica del momento: unas débiles sanciones económicas y la expulsión de Rusia del G7. Y es que, ¿para qué quiere Rusia estar en el G7? Un anacronismo político formado por EEUU, Francia, Alemania, Reino Unido, Japón, Canadá e Italia que no son, ni representan, a las siete principales economías del mundo. Lo fueron, sí... a finales de los años setenta.

No queramos con esto confundirnos: Vladimir Putin no es ningún benévolo salvador de Rusia ni del mundo. Bajo su mandato han quedado en evidencia la represión y censura de las libertades más elementales de una democracia y ha convertido al país en una suerte de monstruo plutocrático y corporativista. Sin embargo, mirando por encima de estas cuestiones, sin duda importantes, Putin ha conseguido su objetivo: hacer regresar a Rusia al ruedo de la política internacional... exactamente como Todd predijo que sucedería. Y no solo ha conseguido eso, sino que lo ha hecho a lo grande, firmando con China el que quizá sea el mayor acuerdo energético de la historia entre dos países que, le pese a quien le pese, hace que EEUU y sobre todo la UE, arrastrada por los norteamericanos, hayan perdido la partida en Eurasia.

Y todo esto, ¿por qué? Pues porque Rusia y China son, en la actualidad, las hijas predilectas del capitalismo post-Guerra Fría. Han aprendido lo más lucrativo de esta doctrina de pensamiento único y lo han integrado y perfeccionado con una mano férrea contra sus propios pueblos. El más claro ejemplo es China, un país comunista sobre el papel, pero capitalista salvaje en realidad. La historia del siglo XX ha demostrado que el capitalismo medra en los regímenes con mano de hierro, donde la democracia o no existe o solo es una pantomima. Y esto es porque el capital no entiende de libertad; no entiende de derechos; no entiendo de naciones; el capital, el gran capital, solo entiende de beneficio y Rusia, China y prácticamente todos los países del sureste asiático, son el paraíso para esta ideología. Por eso, EEUU y la UE están condenados a la derrota en esta batalla. La única posibilidad sería acercar a Rusia de nuevo a la UE y restaurar el equilibrio, pero con unos beligerantes EEUU es imposible.

La alternativa es cambiar el sistema... pero eso es ya otra historia.

Relacionado

Internacional 3471636041893199341

Publicar un comentario

  1. Muy buen análisis. Coincido en todo con ello.

    ResponderEliminar
  2. "Y esto es porque el capital no entiende de libertad; no entiende de derechos; no entiendo de naciones; el capital, el gran capital, solo entiende de beneficio"

    Más crudo y real imposible. Un 10 compañero.

    ResponderEliminar

emo-but-icon

Candente

Aleatorio

Comentan

podcast ep.04

Te gustamos

Te respondemos

Compañeros

Escríbenos

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

item