La Historia siempre la escriben los vencedores


Los valores de una sociedad son muy relativos. Nunca se puede decir que haya un bien y un mal inamovibles, porque en realidad todo lo bueno y todo lo malo se establece con respecto al espectador de turno. Imaginad qué cara pondrían los antiguos egipcios si nos viesen hoy abriendo sus tumbas para sacar a sus muertos con sus alhajas y llevarlos a un museo para exhibirlos ante todo el mundo so pretexto de la conservación del patrimonio. Lo que antes era reverencia hoy es cosificación.

Y así con todo. A lo largo de la historia, la pauta de lo bueno ha sido marcada, si no por una potencia hegemónica, sí al menos por su código de valores expandido a nivel regional o global. En la antigua Roma era aceptable anegar la arena del coliseo con la sangre de los condenados bajo los zarpazos de las bestias; en la Edad Media era bueno quemar vivos a los herejes en la plaza pública; en el Terror posterior a la Revolución Francesa era bueno ejecutar a cierta casta por el bien del pueblo, y así sucesivamente. Sería hipócrita pensar que hay un código ético inamovible más allá de los caprichos del momento histórico y del contexto social. Hoy nos parecen barbaridades algunas cosas del pasado al tiempo que llenamos los armarios de la posteridad con nuestros propios cadáveres para que nuestros nietos los descubran y renieguen de ellos.

En 1944, Varsovia vio un alzamiento contra el dominio nazi que se saldó con muerte y ejecuciones sumarias. Recordemos que entonces la pauta en la Europa ocupada la marcaba Alemania, potencia ocupante y dictadora del baremo legal y moral. Es lógico pues pensar que, en ese contexto, los luchadores por la libertad de su país fueran tildados de terroristas y se ejerciera con ellos y con sus entornos una mano férrea y ejemplarizante. Lo mismo pasaba en Francia o en Yugoslavia, donde los terroristas, por otros considerados ejércitos de liberación o partisanos, llevaban a cabo una guerra asimétrica para desgastar al enemigo. ¿Os suena de algo esta situación? ¿Creéis que podría extrapolarse a algún escenario conflictivo actual? Ahí lo dejo.

¿Qué eran los soldados de Washington? ¿Insurgentes o luchadores por la libertad? ¿Qué eran los republicanos que luchaban contra Franco? ¿Y Franco? ¿Qué es Israel frente a Palestina? ¿Qué es Hamas frente a un ejército de ocupación? ¿Qué es todo frente a todo lo demás? Relativo. Pero lo que no nos podemos permitir es la hipocresía, al menos en estos tiempos donde lo políticamente correcto prevalece, al menos cara a la galería, mientras que la realpolitik se sigue ejerciendo como en tiempos antiguos y no tan antiguos. No podemos celebrar la liberación de los campos de concentración y lamentar el genocidio mientras desviamos la mirada frente a sus homólogos de hoy solo porque sus víctimas tienen la piel morena y poco o nada para hacer valer su posición. Si como occidentales hemos decidido abrazar los valores que queremos definan el mundo, no podemos justificar una barbarie escudándonos en la oportuna realpolitik (el derecho a defenderse) saltándonos a la torera la normativa, nacional e internacional, cada vez que sea conveniente para nuestros propósitos. Eso sí que es demagogia.

Lo penoso es que, cuando hayan reducido a los palestinos a un mero recuerdo arrinconado en una página de la Historia, ésta será lo que el vencedor haya querido que sea con la connivencia de testigos voluntariamente sordos, ciegos y mudos. Así de dura es la Historia, implacable con el débil y solícita ante el demagogo. Y, una vez más, los vencedores tendrán tinta roja de sobra para rubricar el punto final a su relato, como casi lo hicieron los verdugos de seis millones de inocentes en las décadas de los 30 y 40. Cómo hubiese agradecido esa gente que el mundo interviniese a tiempo.

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  1. Es más. Hay una especie de norma no escrita que nos obliga a tener siempre pena por los judíos, porque convenientemente ellos ha sido siempre los perseguidos, los expulsados, los oprimidos... bueno, qué coño. Y también nos obligan normas escritas:

    En Alemania está prohibido, no ya negar, sino siquiera poner en duda el Holocausto según el artículo 130 párrafo 3 del Código Penal. En Francia ocurre lo mismo con la Ley Gayssot y lo penaliza con hasta tres años de cárcel. Y en una decena de países más, europeos y no europeos, se incluye también legislación similar en contra del negacionismo y se persigue la simple duda sobre el mismo tema. No hablemos ya de expresar una simple duda en Israel, dónde hasta hace poco estaban considerando la posibilidad de hacer ilegal el mero uso de la palabra "nazi"... aunque resulta cuando menos curioso que en Estados Unidos no esté castigado de ninguna forma.

    ¿A dónde voy con esto? Desde luego no a negar su Holocausto, no solo porque genuinamente no niego su existencia histórica, sino porque no vaya a ser que acabe con mis huesos en alguna celda oscura. A lo que voy es a que esto debería hacer pensar a la gente sobre el porqué de la necesidad de castigar tan severamente la libertad de expresión. Puedo cuestionar e incluso negar que Cristobal Colón descubriera América. Puedo negar o incluso poner en duda, que un francotirador solitario matara a Kennedy. Pero el Holocausto que no me lo toquen oigan...

    Ya no basta con escribir, o reescribir la Historia. Ahora hay que obligar a no pensar nada que vaya en contra de lo que se ha escrito sobre ella. 1984.

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