Ciudadanos: el mecanismo de seguridad del 'Establisment'


Hay que admirar cómo los glóbulos blancos del sistema establecido en el 78 se han movilizado para resistir al resfriado de indignación y participación ciudadana proactiva en la política. Esto es más fácil de entender si tenemos en cuenta que la solución final de la Transición tenía por objetivo mantener a los poderosos en sus butacas mientras se compartía algunas migajas con unos disidentes ya tan hambrientos que aceptaron cualquier cosa con tal de comer algo. Socialistas y sindicatos vendieron su alma al diablo a condición de entrar en esta lógica visceral de "todo para el pueblo, por el pueblo, pero sin el pueblo".

Fernando Berlín definía perfectamente la encarnación de esta situación en la encarnación de AP (ahora PP) no como partido ideológico, sino como plataforma de poder e instrumento para mantener las riendas en los sectores estratégicos y perpetuar la cultura del saqueo, eso sí, maquillado con tintes demócratas. La ideología es lo de menos, a pesar del marcado tinte conservador y de derechas, como eran y son las élites que Franco dejó tras de sí como un rastro de suciedad que no sale ni con agua hirviendo.

Estaba claro que, tarde o temprano, esto tenía que resquebrajarse, y el primer aviso serio surgió con el famoso 15M, manifestación de la rebeldía de una nueva generación que ponía en solfa las verdades ungidas de la Transición, reclamando una mayor profundización en la democracia, más allá de depositar una papeleta cada cuatro años en una urna. Se ponía así en riesgo la clave del eslogan: "...sin el pueblo". Esto no hubiese pasado si las prácticas oligárquicas no hubiesen sido tan obscenas: puertas giratorias, empleo de los recursos públicos con objetivos particulares, corrupción generalizada, huída de capitales a paraísos fiscales, SICAVS, etc., mientras a las clases medias se nos depaupera hasta la nausea.

Nadie daba un duro por que la tendencia del 15M fuese a perdurar, pero sí lo ha hecho, de forma más o menos acertada, con partidos como Podemos y la infinidad de movimientos ciudadanos que reclaman un puesto activo en la cosa pública y, lo más interesante, pretenden ejercer los frenos y salvaguardas que el Estado ha rendido a intereses financieros y personales.

Esta eclosión ha puesto a prueba los mecanismos de seguridad del Establishment, que ha reaccionado admirablemente y en tiempo récord. Su apuesta se llama Ciudadanos, un partido local de vocación españolista en Cataluña que tiene experiencia en esto de los salones del poder desde 2006. Así que no nos engañemos: aunque pretendan arrebatar el papel de "partido nuevo" a los auténticos partidos nuevos, Ciudadanos es un aparato con solera y de un pedigrí preocupante si nos atenemos a sus fundadores ideológicos y amigos mediáticos. Dicen ser de centro izquierda, pero sus propuestas imitan llamativamente a las de FAES y están alimentando sus cuadros no solo con elementos fugados del PP, sino con falangistas y demás fauna del espectro político más rancio. Nadie se ha parado a pensar cómo un partido que anuncia su salto de la política autonómica a la nacional cuenta con un aparato tan amplio. Esto solo es explicable si tenermos en cuenta lo arropado que ha estado por parte de los medios de comunicación, el sector empresarial y demás agentes del orden que ahora ve peligrar sus privilegios.

Por eso, solo cabe admirarse ante tamaña capacidad de reacción frente a la apatía ciudadana, que aún arrastra los males de los 40 años de lobotomización franquista y la expatriación de buena parte de las esperanzas jóvenes que ya ni pueden votar desde sus exilios por culpa del sabotaje de la reforma del procedimiento electoral para expatriados, perpetrado inicialmente por un ZPSOE en horas bajas y profundizado por un PP que no quiere ver ni en pintura a los que ha expulsado del país por si le guardan rencor.

Al sistema poco le importa que sea PP o Ciudadanos. De hecho, muchos ven ya caducado el efecto y la utilidad del PP, y lo que importa es lo de "a rey muerto, rey puesto". Un relevo para que las cosas sigan igual aunque parezcan cambiar de raíz. Así, es pronosticable una etapa de coexistencia entre C's y PP, untándose la crema a la espalda en privado mientras se lanzan pullas en público, hasta que la transición hacia el naranja sea completa y tengamos lo de siempre con otros colores y otras caras. Solo un espíritu crítico, la toma de conciencia y la ya necesaria unidad de los sectores progresistas podrán paliar este efecto. Pero para eso la Izquierda también tiene que hacer su propia transición y aprender de sus errores, el más grave de los cuales es morderse a sí misma mientras el sistema observa con media sonrisa.

Poder podemos, pero mejor si Hacemos.

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  1. Un mecanismo de seguridad que funciona gracias a la incultura política predominante de este país. Si esto fuera el norte de Europa, otro gallo cantaría. Gran artículo ;-)

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    1. Así nos va, pero esperemos que se abra una nueva etapa en todos los sentidos :)

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