¡Una de república, marchando!


Es verdad que los movimientos históricos son como las placas tectónicas: siempre en movimiento, pero a una lentitud que el ojo humano casi ni percibe. También es cierto que a veces la Historia pega sus acelerones, muy a menudo en forma de acontecimientos imprevistos, valores atípicos en la apática normalidad de todo orden establecido. En el mundo árabe la Primavera (ahora oscuro otoño) nace de un suicidio, lo que, en comparación con otros tiempos, la chispa puede prender tanto de un magnicidio que remueva los engranajes geopolíticos como de una muerte accidental o la propia hambre.

Ahora lo que toca es protestar contra un sistema político (el español) que da claras muestras de agotamiento. Salen a las calles las tricolores republicanas a colación de la abdicación del rey y los más oportunistas (entiéndase sin sentido peyorativo) verbalizan los anhelos de cambio más íntimos.

Tiempo habrá de dilucidar si estamos viviendo Historia con mayúsculas o solo un epígrafe en los periódicos, pero lo cierto es que hay algo subyacente en esta sociedad que no puede ser ignorado. Pero yo, republicano de convicción, me pregunto si no se le estará haciendo un flaco favor al necesario cambio. Lo sigo porque si algo nos ha enseñado la Historia es que los arreglos a salto de mata, con prisas y sin premeditación, suelen salir mal. Y de aquellos polvos estos lodos; y de aquella transición el 15M.

Creo que antes que salir a decapitar reyes, debemos ponernos de acuerdo en qué entendemos por república y admitir que este país, que carece de cierta cultura política, ni hablemos ya de cultura republicana. Porque creo que las repúblicas, antes que caparse por arriba, se construyen desde abajo, desde una concepción eminentemente decente de la cosa pública y del ejercicio sin temores de la democracia. Casi diría que debería cimentarse en una mirada hacia atrás, a cómo hacían las cosas los padres de la democracia (las buenas, que para malas ya andamos sobrados).

En suma, sin menoscabo de la juvenil agitación de la tricolor y la entonación de alegres eslóganes, lo suyo creo yo, sería ponerse a hablar seriamente de presente y de futuro, de qué queremos para nuestros hijos y nietos, lejos del egoísmo del momento. Porque no querría yo que cogiésemos malamente la oportunidad que se nos presenta de hablar de lo innombrable para que, a la mínima de cambio, fracasásemos una vez más y diésemos argumentos a los auténticos demagogos que, ajenos a todo contexto histórico y coyuntural, reniegan de esta vieja forma de sofisticado gobierno achacándole vicios inherentes.

Recapacitemos y pensemos. La república bien lo merece.

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  1. Y es que se debería tener en cuenta qué dice la historia sobre los experimentos republicanos en España: la Primera, que fue lo que tu dices, más una salida política improvisada que un proyecto construido con inteligencia y que finalizó, de mala manera, en menos de un año. Y la Segunda, que era muy buena, pero aquellos que gobernaron quisieron hacer tantas innovaciones políticas en un país que, desde el punto de vista social, aún estaba en la Edad Media, que se encontraron con la férrea oposición de aquellos que disfrutaban de sus acomodados privilegios casi feudales... y esto se materializó en una guerra fratricida y cuarenta años de sumisión.

    República, sí... pero con la cabeza, no con los intestinos.

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