Uber: la aplicación que puso en jaque a todo un colectivo
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Estamos de acuerdo en que la profesión de taxista es muy dura y hay que echarle muchas horas para cubrir gastos. Es, además, un trabajo muy desagradecido por la soledad que implica, los perjuicios a la salud potenciales y el hecho de tener que tratar potencialmente con clientes desagradables que te ven más como a un lacayo que como a una persona, cuando no verte en la tesitura de que te atraquen o te agredan.
Pero tampoco podemos extender carta blanca de afectividad por un colectivo que, por estas u otras razones, anida en el subconsciente social como gente a veces bastante arisca, pícaros que te dan la vuelta extra aprovechando que no conoces la ciudad, que te cobran un impuesto revolucionario si detectan en ti un acento foráneo o directamente se niegan a llevarte por la ruta que tú les indicas a sabiendas de que es más corta y económica.
Personalmente reconozco que me cuesta mucho simpatizar con un colectivo (individuos mejores y peores los hay en todas partes) con el que he catado más del segundo párrafo que del primero, y más si, convocada una huelga, actúa como una chusma mafiosa que agrede sin contemplaciones a quienes legítimamente han decidido no seguir la huelga porque las circunstancias de cada cual para alimentar bocas es sagrada. Al ver la imagen del taxista de Barcelona al que le destrozan las puertas, los retrovisores, las lunas y provocan un ataque de ansiedad a una pasajera, creo..., no, estoy seguro, de que han perdido toda la legitimidad y el derecho a que los demás sintamos lástima por ellos.
Y más aún cuando averiguamos que la aplicación de marras que pone en contacto a particulares para desplazarse por la ciudad, Uber, solo opera en Barcelona. Esto sí que es un "duélete localmente y jode globalmente". ¿Justifica realmente una aplicación de ámbito local que toda una profesión se manifieste a nivel nacional?
Lo que creo realmente es que la crisis galopante que vivimos afecta a todos, y más a un colectivo que no es precisamente barato para el servicio que presta, bajada de bandera y kilometraje incluidos. En los tiempos que corren, con millones de parados y trabajadores abocados a la pobreza merced a la reforma laboral del Gobierno, las personas se buscan la vida para ahorrarse unos euros al mes, tan legítimamente como pueden convocar y secundar (o no) una huelga los taxistas. Es ahí donde se encuentra la raíz del problema, y atacar a las manifestaciones resultantes es conformarse con tratar la fiebre con analgésicos.
Y es que el sector del taxi es uno de los más inmovilistas. Escasa reinvención e innovación en el servicio, poca predisposición al valor añadido (salvo excepciones) y un aura de pena y resignación que cansa al cliente, que no quiere cargar con las tragedias de otro aparte de las suyas propias.
Observemos lo absurdo de la petición de regulación y sanción, tanto a plataformas como a usuarios, que reclaman los taxistas a la administración. Realmente están pidiendo que se sancione a la gente por hacer lo que se ha hecho toda la vida: las transacciones entre particulares. Intermediarios aparte, que pagarán sus impuestos como toda empresa, si a las personas ya no nos queda ni eso, a partir de ahora, los concesionarios nos perseguirán por poner el cartel de "Se vende" al viejo Seat Ibiza, los restaurantes nos presionarán porque montamos picnics en el campo en vez de ir a un asador y, ya puestos, los autobuseros nos tirarán piedras por decidir emplear nuestro coche particular en vez del autobús. Y ya ni nos planteemos usar páginas como eBay o Segundamano, ya que El Corte Inglés, La Casa del Libro, Mediamarkt o la FNAC nos vigilarán para que acudamos a sus establecimientos a punta de amenaza, reprendiéndonos por los perjuicios que estamos causando al sector del comercio.
Ironías aparte, el taxi debería plantearse una reinvención seria, abrazar las nuevas tecnologías y luchar contra el "enemigo" en su propio terreno mientras lucha contra el enemigo real: los ayuntamientos que cobran unos impuestos desorbitados y, sobre todo, los verdaderos taxistas intrusos, que mucho más daño causan in situ a sus compañeros que un puñado de particulares poniéndose de acuerdo para pagar la gasolina a pachas.
Si hasta la UE ha dicho que se calmen los ánimos, que hay cosas sobre las que no se puede regular con tanta restricción. Serénense, señores, que desde la rabia más elemental no se entienden ni se resuelven bien los problemas.
La verdad sea dicha, el modelo de los taxistas lleva obsoleto mil años. Puede que suban los precios de los carburantes y todo lo que quieras, pero la realidad es bien distinta. Hace poco tuve que coger un taxi y a pesar de que me llevó por donde tocaba y la mujer era muy simpática pero el bolsillo dolió... dolió mucho para lo que fue.
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