La Jornada de Reflexión o el Silencio Electoral, según el país donde nos encontremos, es un periodo de tiempo que algunas democracias, y según las particularidades de cada legislación, dan a la población para que, en teoría, puedan "reflexionar" acerca del voto que van a emitir sin ser influenciados por la propaganda electoral. En la realidad, sin embargo, la utilidad de esta "tregua" electoral no va más allá del romanticismo para adornar de credibilidad a un sistema democrático, pues muy poca gente utiliza ese periodo de tiempo para reflexionar sobre un voto que, por lo general, suelen tener decidido ya de antemano.
No obstante, la situación político-social española contemporánea, en la que los dos partidos políticos hegemónicos han demostrado ser incapaces de gestionar los numerosos problemas de los que adolece el país, comenzando por sus propios organigramas, hace que la Jornada de Reflexión de este sábado 23 de mayo recobre su sentido original y, al menos por una vez, tenga su razón de existir. Y es que nos jugamos mucho pues, en los últimos ocho años, hemos asistido inmovilizados a una letal asociación de las élites económicas con las élites políticas, que han socavado nuestros derechos sociales y laborales, diezmado los recursos públicos y, en algunos casos, enterrado nuestra libertad de expresión. Se hace imprescindible, por tanto, hacer un análisis tranquilo de algunas de las opciones electorales de las que disponemos.
Partido Popular: quienes así mismos se vendieron en las últimas elecciones como "el partido de los trabajadores", son los herederos directos de la más rancia élite franquista que, aprovechando las herramientas totalitarias de aquella época, adoptaron las teorías capitalistas para hacerse inmensamente ricos. Que un obrero, pues, confíe en un partido de tal bagaje y que ha incumplido punto por punto todo su último programa electoral es, con todos mis respetos, hacer el memo.
PSOE: el partido que, una vez más, vuelve a apelar al voto útil, como en su momento lo hizo Zapatero, habida cuenta de que van a venir mal dadas. El que antaño fue el grupo que reunió a las fuerzas moderadas de la izquierda haciendo valer su bandera socialista abandonó, antes de llegar la democracia a este país, toda ideología marxista para abrazar las tesis socialdemócratas europeas que, posteriormente, se vendieron al dogma capitalista. Actualmente está tan noqueado y desorientado, que los actos electorales de su Secretario General
parecen más las actuaciones de un cuentacuentos que de un responsable político. Que un obrero confíe en un partido que, supuestamente siendo de izquierdas,
fue el primero en adoptar medidas neoliberales, traicionando a sus ideales, a sus bases y a su electorado es, con todos mis respetos, hacer el memo.
Izquierda Unida: siendo el partido que más ha luchado por las cuestiones sociales y laborales, su política ha sido herida gravemente por culpa de dos cuestiones, a saber, conformismo y casos de corrupción. La primera,
no habiendo tenido nunca la ambición de gobernar, conformándose con ser un partido bisagra bien asentado dentro de las instituciones pero sin hacer peligrar al sistema. La segunda va de la mano de la primera, ya que ese pasotismo, esa conformidad, ha hecho que salten vergonzosos
casos de corrupción dentro de sus filas. Dicen que Podemos les ha debilitado. No: a IU la ha debilitado IU. Que un obrero vote a IU es más natural, pero también es normal que ahora mismo le de un poquito de grima.
Ciudadanos: este partido concurre a estas elecciones como partido emergente y ya, de entrada, viene mintiendo, pues existe y tiene cargos públicos desde 2006. Es el partido que, como ya apuntaba Omar en su
post anterior,
han elegido las élites financieras de este país para proteger este sistema que tantos beneficios les ha estado dando y para el que el PP se ha quedado obsoleto. Solo así se explica que un partido regional, que no ha lanzado un mensaje radical de ruptura con los viejos métodos y que incluso se presenta a algunas localidades
sin concretar un miserable programa, haya conseguido dispararse en intención de voto en tan poco tiempo (e incluso más rápido que Podemos, del que hablaremos ahora). Explicación: con la manipulación de la opinión pública sufragada por el Ibex 35. Que un obrero vote por
un partido que se ha nutrido, no solo ya de ex-militantes (tránsfugas) de los partidos hegemónicos sino también de miembros de grupos falangistas y xenófobos es, con todos mis respetos, tener ganas de vivir al límite... como mínimo.
Podemos: el partido que, casi sin querer, se ha colado en la vida pública de los españoles, ofreciendo un mensaje de ruptura con el sistema establecido para "abrir el candado del 78". Un partido lleno de ilusión y que rápidamente se rodeó de gente también ilusionada con el proyecto... o no. Más bien los ingenuos pensaron eso. Porque lo que sí es cierto es que de lo que se rodeó Podemos fue de mucha gente cansada del sistema, cansada del bipartidismo y con la intención de dar un voto de castigo a los partidos hegemónicos, al PPSOE. Y he ahí el error: creer que toda la gente que se acercó a Podemos comulgaba con el ideal de ruptura que tan rápidamente atrajo a las masas. En cuanto se aupó a Ciudadanos, los que no lo tenían tan claro se cambiaron de chaqueta y Podemos se convirtió en el enemigo de Podemos, moderando su mensaje para intentar recuperarse del golpe y, a veces, bailando al son que marcaba ese sistema para no parecer un peligro para éste. Sin embargo, hasta ahora, es el único partido que ha ofrecido un programa electoral concreto y trabajado. Que un obrero vote a Podemos es tan natural como hacerlo por IU, con la diferencia de que Podemos aún no ha cometido los pecados de éstos. Podemos no nace como un partido conformista pero, sin duda, aún le queda por hacer.
No votar, votar en blanco o votar nulo. Los abstencionistas, los anti-sistema y la gente que "pasa de la de política" suelen escoger estas opciones, muchas veces por desconocimiento de sus consecuencias. No votar es deslegitimar el sistema electoral, sí. Pero nuestro sistema es capaz de autolegitimarse incluso con una
elevada abstención, por lo que esta elección no vale absolutamente para nada. En cuanto a los votos blancos o nulos existe mucha confusión. La realidad es la siguiente: ambos legitiman el sistema electoral, pero con los primeros se viene a decir que "nos da igual" y con los segundos decimos "no quiero a ninguno". En la práctica, y por como está planteada nuestra Ley Electoral, con los primeros damos más votos al partido más votado y con los segundos no hacemos absolutamente nada. Para elegir esta vía, mejor elijamos...
... votar por un partido minoritario. Y es que, aparte de los cinco grandes contendientes nombrados arriba, existe todo un crisol de partidos políticos en España y mucha gente no lo sabe. La efectividad de este voto es también muy complicada, pues para obtener algún resultado tangible es necesario que los partidos minoritarios obtengan escaños. El objetivo (sí, muy difícil e improbable) es eliminar las mayorías absolutas que tanto daño han hecho a este país. Además siempre nos queda la satisfacción de haber votado a algún partido con el que realmente nos sintamos a gusto, para no caer ni en la manipulación de nuestra opinión ni en el temor a concederle votos a cosas que consideremos arriesgadas. Algunos de estos partidos ya han probado sitio en las instituciones, como Unión Progreso y Democracia (UPyD) o Equo, pero muchos otros tienen muchos simpatizantes/votantes aunque no los suficientes como para obtener escaños, como pueden ser el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA) o el Partido X, entre muchos otros.
Para que nadie me diga nada a este respecto, sí, yo voy a votar a Podemos. Se nota en lo que he escrito y lo sé, de modo que no empecéis por ahí. Tomad esto como un humilde consejo de un obrero más y haced lo que mejor creáis para vosotros y para vuestros hijos.