29 Marzo

Estoy indignado, cansado, hastiado, hasta los huevos. Estoy harto de escuchar a gente decir que no siguen esta huelga porque no creen en los sindicatos, porque no se va a conseguir nada, porque la realidad es que mañana seguirá la misma reforma y sólo habrán perdido un día de trabajo.

Estoy cansado e indignado de ver a empresas pequeñas abriendo cuando saben que si los pobres son más pobres y los ricos más ricos, nadie irá a comprar a sus tiendas. ¿De qué le sirve al pequeño y mediano empresario una reforma que provocará, posiblemente, una cantidad desmesurada de rebajas de sueldos, despidos y jugarretas temibles? De nada, porque si con mi sueldo casi no llego a comprarme un par de libros o tres al mes (un par de libros, me siento afortunado, en serio), imaginaos si a mis jefes les da el punto de decir que las ventas han bajado mucho y que o me rebajo el sueldo o me mandan a tomar por culo. 

Pues a rebajarme el sueldo como un cabrón.


Pero lo más complicado de una huelga así es que sí, que todo lo de arriba es cierto pero tampoco lo es. Que cada uno tiene sus motivos para no seguir la huelga, pero la realidad es sólo una: miedo. Miedo a que me rebajen el sueldo y no llegar a fin de mes, miedo a que me quiten 100 o 200 pavos por el día de huelga, miedo a que mis jefes me miren mal y me tengan en menor consideración. Pues un jefe como dios manda debería tener en cuenta lo que está pasando, hacia dónde nos está llevando esta sociedad de mierda, hacia un lugar en el que los polos más radicales serán los únicos que existirán y ya me diréis de qué puto gasto van a vivir las medianas empresas.

Y nada, algunos comercios abiertos por la tarde, sólo las ciudades grandes cerradas (sus centros, principalmente) y algunos pueblos obreros que son los pocos reductos de credibilidad y madurez mental que le quedan a la democracia. Pero no pasa nada, mañana iremos a levantar el país pero con la mirada triste y cansada, con el pesar de saber que es una lucha baladí contra el conformismo y la estrechez de miras de una sociedad que sacrifica el mañana por el hoy. Pues adelante, cobrad vuestros míseros sueldos de hoy, tened en cuenta que vuestros descendientes sabrán que ni siquiera protestasteis por algo que sabíais injusto.

Vergüenza. 

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