La Campaña electoral

Dentro de dos domingos tenemos peregrinación a las urnas. Dentro de dos domingos tendremos una doble decisión por delante, o al menos la apariencia de una doble decisión: creemos que podemos elegir quién nos va a gobernar y, por lo tanto, cómo va a hacerlo. Pero no es verdad, esa decisión está tomada. Ojalá, como muchos creen, los partidos minoritarios asciendan a costa del PSOE y pueblen algún escaño que otro, pero... ¿es esa la solución? ¿por qué nos conformamos alegremente con un sistema imperfecto y sucio?



Mientras Jordi Évole les da cera tanto a Rajoy como a Rubalcaba y Twitter arde recriminándole que puede que esos dos señores no sean los únicos que pueden ser presidentes. Sinceramente, ¿alguien se lleva a engaño? ¿Alguien cree que tenemos alguna posibilidad de que gane otro partido que no sea el PSOE o el PP? No. Y eso me cabrea, obviamente.

Y oigan, Rubalcaba me cae bien, lo veo, desde fuera, alguien bastante íntegro –en la medida en que un político puede ser íntegro–, o al menos con más cosas dentro de la cabeza que Rajoy. Pero... ¿alguno de ellos presidente? Sin lugar a dudas no. Ahora, ¿alguno de los demás candidatos merece ser nuestro gobernante, ser el que o la que lleve el timón del estado? Me aventuro a declamar, qué digo, a afirmar rotundamente, que no creo en la política por culpa de los políticos, pero no ya españoles sino de todo el mundo. Es una vergüenza que ahora sonrían en el –por cierto muy interesante– #elfuturopresidente y dentro de dos meses nos estén dando cera, cualquiera de los dos.

¿Y qué hacemos? Votar a los partidos minoritarios parece una premisa ineludible para todos los que podemos llegar a comulgar con el 15M, 15O y derivados, pero realmente ¿es útil? Me cabrea no saber si estoy desperdiciando mi voto. Sí, sé lo que me diría un político, él me diría que cualquier voto cuenta y que vale más la pena ir a votar que quedarse en casa. Pero yo me lo estoy planteando, quizás estoy leyendo demasiado sobre anarquismo en los últimos tiempos. 

¿Y si todos nos quedáramos en casa y le diéramos la espalda a esta democracia corrupta y polarizada? ¿En qué se diferencia el bipartidismo actual al antiguo pucherazo de la Restauración Borbónica o el famoso turno entre partidos? ¿El hecho de que legalizaran el bipartidismo, de alguna manera "equilibrado" con los partidos nacionalistas periféricos, los hace menos criminales? Está claro que cuando sucedió, durante la transición, podía ser necesario. ¿Pero ahora? ¿No deberíamos cambiar todo esto? ¿Qué hacemos? No me parece bueno no votar pero tampoco me parece útil hacerlo. Porca miseria.

Paz.

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